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viernes, 27 de noviembre de 2015

The Lighthouse

Director: Po Chou Chi

Po Chou Chi es un joven cineasta taiwanés y director de animación. Es licenciado en Bellas Artes por la Universidad Normal Nacional de Taiwán y tiene el título de maestría de Artes Aplicadas por la Univesidad Chiao Tung de Taiwán.

Su película de animación "The Lighthouse" se hace en la Univesidad de California de Los Ángeles (UCLA). Ha ganado 27 premios internacionales y fue exhibida en más de 50 festivales internacionales. Ha ganado, entre otros, el Premio de Oro en el Festival de Cine de California, premio a la mejor animación en el Festival de Cine Independiente de California, etc.

"The lighthouse" es una hermosa alegoría de la vida....


miércoles, 25 de noviembre de 2015

Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Este literal constaba en el asunto del mail que me envió ayer Mari Cielo y en el cuerpo del correo me indicaba que sería de interés dar a conocer el conmovedor relato que me transcribe. Se trata del relato ganador del Primer premio del certamen de narrativa breve Carolina Planells contra la Violencia de Género 2012 (Paiporta, Valencia).

Dicho y hecho, Mari Cielo. Como muestra de repulsa y rechazo total de la violencia contra las mujeres y en solidaridad con las víctimas de la barbarie, salvajada y sirazón, os transcribo "NUNCA DEJES QUE EL ARROZ SE ENFRIE" de Susana Gisbert.




NUNCA DEJES QUE EL ARROZ SE ENFRIE


“Nunca dejes que el arroz se enfríe”. Esa frase se había colado en mi cerebro y hacía varias noches que entorpecía el ya difícil sueño de un sillón en una habitación de hospital, persiguiéndome durante todas esas noches en duermevela. 

Llevaba ya varias veladas pernoctando en aquel sillón, junto a la cama de mi madre, que descansaba, en el limbo de la inconsciencia, víctima de un fulminante infarto. El peligro –o al menos el peligro de muerte inminente-, afortunadamente ya había pasado, y mi madre había sido trasladada de la Unidad de Cuidados Intensivos a una habitación donde tenía la suerte de poder estar a su lado. Teóricamente, estaba mejor, y debería haber recuperado casi totalmente la consciencia. Pero ahí estaba, con sus tubos y sus goteros y todos sus artefactos médicos, obstinada en no abrir los ojos. Y casi simultáneamente a su bajada a la habitación, empezó a aparecerme aquel mensaje que se empeñaba en quebrar el poco descanso que tenía: “nunca dejes que el arroz se enfríe…” 

Pero es que no era para menos. Aquella frase fue lo último que dijo mi madre justo un instante antes de que su corazón se partiera en dos y cayera fulminada al suelo, víctima del ataque que hoy la encadenaba a la cama. En ese momento, le di tan poca importancia que prácticamente la borré de mi mente, claro está, ocupadísima en hacer todo lo que fuera preciso para salvar su vida. La llamada a emergencias, la ambulancia, el rápido traslado al hospital, el crudo diagnóstico y aquellos momentos angustiosos en los que casi la pierdo para siempre. Pero, una vez hubo pasado el peor momento, la frase empezó a habitar en mi mente y a hacerse su dueña, ocupando cada vez más espacio: “nunca dejes que el arroz se enfríe..” 

Y el caso es que, por más que pensaba, no tenía ni la más remota idea de lo que quería decir ni a qué aludía mi madre. Desde luego, en modo alguno podía referirse a algún guiso que estuviera haciendo, ni a ningún banquete al que pretendiera ir porque mi madre, y eso era lo más curioso, jamás probaba el arroz ni lo cocinaba. 

Yo nunca di importancia a tal cosa, todo el mundo tiene sus manías culinarias, y vete tú a saber si no lo habría aborrecido en alguna ocasión, como yo aborrecí las lentejas después de muchos años de comerlas obligada en el colegio. No tendría nada de raro que así fuera, máxime en un pueblo de Valencia como aquél en que se crió, donde no hay celebración que se precie si no va acompañada de una buena paella. A mí nunca me preocupó lo mas mínimo, jamás dediqué más de un minuto de mi tiempo a esa aversión de mi madre por el arroz. 

Pero lo bien cierto, es que lo de mi madre iba más allá de una manía. Nunca acudía a celebración alguna donde el arroz fuera el leit motiv, jamás se acercaba a concursos de paellas, tan frecuentes en las fiestas del pueblo, ni a esas cenas multitudinarias ante un caldero de arroz con marisco que se organizaban anualmente para recaudar fondos para las fiestas. Bien pensado, debí ser la única niña de aquel pueblo de Valencia que no se crió a base de arrocitos caldosos –que era como se llamaba entonces a ese arroz meloso que hoy todo el mundo ensalza-, y que no comía los domingos paella de la abuela. Lo bien cierto es que mi abuela se afanaba en darme un platito de arroz cuando comía con ella mientras mi madre no estaba, pero nunca puso un plato de arroz en la mesa si mi madre iba a venir. En esas ocasiones, yo devoraba mi plato con fruición pero más allá de ese detalle, nunca lo eché de menos. Una vez recuerdo que le pregunté por qué no hacía nunca arroz cuando venía mi madre, con lo rico que estaba, pero me dijo que mi madre no soportaba el arroz y asunto concluido. Ni siquiera le pregunté por qué. 

Y ahora, cuando mis sueños estaban rebosantes de tan primordial alimento, me arrepiento de no haberle hecho esa pregunta. Y una y otra vez la frasecita taladrándome las meninges: “nunca dejes que el arroz se enfríe..” 

Mientras, la situación clínica de mi madre permanecía estable, desesperadamente estable. Su cuerpo inmóvil, sus ojos cerrados… incluso me había acostumbrado ya al monótono pitido que, día y noche, emitía el monitor al que estaba conectada. Los médicos en principio, restaron importancia al tema y sólo me aconsejaron paciencia, pero ante la evidente tozudez de mi madre en no regresar de su particular limbo, comenzaron a preocuparse, y a preocuparme a mí, claro. 

– Creo que su madre no se despierta porque no quiere 

-¿Cómo? ¿Está fingiendo que duerme? 

– No es exactamente eso. Pero creo que se ha cansado de luchar y su inconsciente ha decidido marcharse de este mundo. Ha de recuperar las ganas de vivir, háblele, cuéntele cosas, recuerdos agradables, que sé yo. 

– ¿Pero ella me puede oír? 

– Científicamente no está claro, pero hemos comprobado que muchos pacientes reaccionan bien ante esos estímulos. 

Así que, para acabarlo de arreglar, me encasquetaron de un golpe la responsabilidad de encontrar algo que devolviera las ganas de vivir a mi madre. Nada menos. Pero en fin, habría que intentarlo. 

Comencé hablándole de mi vida, edulcorándola de algún modo para que a ella le motivara más, de lo que le echábamos de menos la abuela y yo, de los recuerdos de cuando era una niña, de mil detalles graciosos… Pero nada. Como el dicho, nunca más oportuno “que si quieres arroz, Catalina”. Y pasaba un día y otro día sin que nada cambiara. Y la dichosa frase, sin renunciar a amargarme el escaso sueño de cada noche: “nunca dejes que el arroz se enfríe…” 

Era preciso hacer algo, encontrar algo que hiciera que mi madre reaccionara, pero era difícil. Ella siempre había sido una mujer de pocas palabras y muy poco dada a contar intimidades. Con sorpresa, me percaté de lo poco que en realidad conocía a mi madre, y que mi egoísmo no me había dejado verlo hasta ahora. Mi madre siempre me preguntaba por mis cosas, me asediaba hasta que conseguía que se lo contara todo, notas, novios, amigas, aficiones, fiestas… pero nunca me contó nada suyo. Y quizás ya era tarde. Pero había que intentarlo. 

Haciendo memoria, no pude recordar ningún momento en que mi madre sonriera por razones diferentes a alguna que me atañera a mí directamente. En mis funciones del colegio, cuando mis notas eran buenas, cuando le contaba algo que me pasó y me parecía gracioso. Pero jamás sonrió por algo que le afectara a ella misma y, bien mirado, tampoco creo haberla visto reír de un chiste, o de una anécdota, o de un programa de televisión. Nunca. Yo siempre había pensado que ella era así, que era una mujer tristona y callada, aunque enormemente buena. Alguna vez quise anudar su casi permanente estado taciturno a la ausencia de mi padre, de quien apenas sabía nada, pero los pocos intentos de preguntar al respecto fueron rechazados de plano. Cuando fui creciendo, pensé que el hecho de que mi padre nos hubiera abandonado le afectó terriblemente, y que todavía no lo había superado. Probablemente, la dejó por otra mujer, y eso es un plato difícil de digerir. Así que decidí no hurgar en la llaga. 

A la desesperada, decidí emprender una pequeña investigación en busca de algo que moviera el maltrecho corazón de mi madre, en la medida que el tiempo que dedicaba a estar con ella me lo permitiera. Sólo contaba con mi abuela, que se había venido del pueblo donde nos criamos y ahora estaba conmigo en la ciudad, haciendo turnos para cuidar a mi madre, o más bien para hacerle compañía, porque hacer podíamos hacer poco. Por suerte, mi abuela era mayor pero disfrutaba de una salud de acero, y podía contar con ella como siempre había hecho. 

No sabía por dónde empezar en mis pesquisas. Mi madre y yo nos habíamos venido del pueblo cuando yo tenía unos ocho años, recuerdo que justo después de celebrar mi Primera Comunión, y no conocía a nadie que hubiera tenido relación con mi madre de joven. Bien pensado, tampoco conocía a alguien que la tuviera de mayor, más allá de mi abuela y yo. Mi madre nunca quedaba con amigas, ni trababa lazos ni intimaba con nadie, todo lo más con algún compañero de trabajo, y aún así, lo justo. Su mundo se reducía a mí y a mis circunstancias. A mí nunca me extrañó ni pensé en ello. Simplemente, me conformé con pensar que no era una mujer sociable, aunque fuera una madre excelente. 

No tenía otra vía que preguntar, o más bien interrogar, a mi abuela, que siempre había sido especialista en escaquearse sibilinamente a todas mis preguntas indiscretas. Y, desde luego, que ya sabía por dónde empezar… 

– Abuela, mi madre lo último que dijo antes de que le diera el infarto fue: “Nunca dejes que el arroz se enfríe…” ¿Tienes idea de por qué? 

– Y yo qué voy a saber, hija, estaría cocinando 

– Abuela, sabes de sobra que mi madre jamás hacía arroz 

-Pues no sé, habría oído algo en la tele. Dile cosas bonitas y déjate de bobadas. 

Mi abuela, como siempre, esquivó la pregunta, pero se puso nerviosa como pocas veces había visto. No me miró a la cara y se afanó en cambiar de tema. Ahí debía estar la clave, algo que yo no conocía y que seguiría sin conocer si no me empleaba a fondo. Y ahí estaba, como un mantra, persiguiéndome de nuevo aquella frase: “nunca dejes que el arroz se enfríe…” 

Tuve que emplear todas las dotes de persuasión que tenía, y las que no tenía, en sonsacar a mi abuela. Finalmente, entre lágrimas, me aseguró que había prometido no hablarme nunca de ello, que sentía que estaba traicionando a mi madre y no creía que la perdonase. Pero conseguí convencerla de que el fin justifica los medios, y que sacar a mi madre del abismo en el que se encontraba justificaba con creces romper una promesa hecha muchos años atrás. 

Mi madre se casó con mi padre enamorada hasta la médula. Al parecer, era una jovencita apasionada y habladora que vio en mi padre a su príncipe azul, con corcel blanco incluido. Aunque era guapo y encantador al trato, a mi abuela nunca le gustó, y ese rechazo no hizo sino que espolear el apasionamiento de mi madre y su decisión de casarse con él con mucha menos edad de lo que el sentido común aconsejaba. Pronto, como mi abuela se temía, el carácter jovial y franco de mi madre fue desapareciendo, y la que antes era una chica divertida y habladora dejó pasó a una mujer taciturna y callada. Ante la impotencia de mi abuela, mi madre iba rompiendo todos los lazos con amigas y parientes, y pronto dejó de relacionarse con alguien que no fuera su familia, y eso sólo en festividades señaladas. Mi abuela intentó hablar con ella, pero nunca le contó nada. Observaba desesperada cómo se apagaba por completo la llama que siempre había habido en la niña de sus ojos. Cuando yo nací, la cosa pareció mejorar, pero pronto volvió a ver a mi madre doblada por ese peso invisible que parecía llevar siempre encima. Su vida, ya entonces, se limitaba a su marido y a su hija. Ni siquiera trabajaba, porque después de mi nacimiento se dedicó en exclusiva a su casa y su hija. Y mi abuela no hacía nada, porque nada sabía ni podía hacer. Un día la llamó la policía: su hija había tenido un terrible accidente doméstico y estaba hospitalizada, debatiéndose entre la vida y la muerte. La imagen de mi madre exánime, con la cara tan magullada que apenas se la reconocía y con vendajes en todas las partes de su cuerpo es algo que mi abuela no olvidaría nunca. En principio, le contaron que le cayó un enorme caldero hirviendo en la cocina, que se cayó al suelo y perdió el sentido, y en la caída se causó todas aquellas lesiones. La historia era increíble y no tardó en saber la verdad. Había sido mi padre quien le había golpeado en todas las partes de su cuerpo, para acabar arrojando sobre ella el caldero que estaba al fuego. Fue él quien la golpeó, le causó graves quemaduras y la dejó inconsciente. Le contaron que lo hallaron llorando arrodillado sobre el cuerpo de ella, y que no opuso ninguna resistencia a la detención. Confesó y fue condenado a varios años de cárcel por intentar matar a su mujer, una condena dura y ejemplar en tiempos en que el maltrato familiar era visto como un delito menor, aunque nada decía la sentencia de los años en que había torturado a mi madre, conduciéndola al ostracismo más atroz. 

Mi abuela no podía continuar con su relato. Las lágrimas le ahogaban y la pesadumbre de no haber evitado aquello aún le pesaba en la conciencia. Sólo añadió que, cuando mi madre ya se había recuperado de las heridas de su cuerpo –que no las de su alma-, le contó que aquella terrible discusión comenzó porque, al llegar a casa, él le recriminó que el arroz que había cocinado estaba frío, ella intentó remediarlo poniendo al fuego un caldero con otra comida, y él, tras ensañarse a golpes con ella, se lo arrojó encima, directamente del fogón. Las quemaduras de su espalda le dejaron cicatrices y dolores que todavía perduran, después de tanto tiempo. Y debió dejar en su corazón un roto tan grande que finalmente se quebró aquel día en que desplomó ante mí en la cocina. Por eso, aún a punto de caerse muerta, le quedó fuerza para advertirme: “Nunca dejes que el arroz se enfríe…” 

Y ahora, quizás ya tarde, comprendo tantas cosas… Cuando era pequeña, y todavía vivíamos en el pueblo, le reprochaba constantemente a mi madre que fuera tan tristona, que nunca me llevara a excursiones con otros niños ni me acompañara a las fiestas; ella siempre respondía que no le apetecía, pero nunca me miró a los ojos cuando me contestaba. Siempre bajaba la cabeza, como buscando alguna diminuta mota de polvo en su sempiterno jersey de cuello vuelto. Cuando salíamos a hacer la compra, miraba constantemente el reloj, y si yo le pedía que parásemos a ver una tienda o a saludar a alguien, nunca accedía, diciendo que no quería que mi padre llegase y no estuviera en casa. Jamás iba a las reuniones del colegio, ni se quedaba a merendar con las otras mamás, pero si yo protestaba, enseguida me convencía con el argumento de que lo único que quería era estar siempre conmigo, y me cubría de besos, y me hacía la ropa más bonita y los platos más ricos. Incluso arroz, ahora lo recuerdo. 

Mi triste, callada y buena madre sólo me alzó la voz una vez, cuando, ya adolescente y viviendo en la ciudad, me sorprendió besándome con un chico en el portal. Cuando subí a casa, una lluvia de improperios, advertencias y recriminaciones me cayó encima sin esperarlo. Insistía en que era demasiado joven, que los hombres no eran cosa buena, que te encandilaban, y te enamoraban, y te hacían ver la vida de color de rosa para luego volverla negra para siempre… Me quedé estupefacta ante la salida de tono de mi madre, sobre todo, ante la sensación de oír su voz con mucha más fuerza que nunca antes la había escuchado. No supe ver más. Achaqué su reacción al despecho por ese abandono de mi padre que yo imaginaba pero del que jamás me habló, y pasé página. En lo sucesivo, simplemente tuve cuidado en que mi madre no supiera nada de mi vida amorosa. Ni de lejos se me pasó por la cabeza que mi madre, a su modo, quería advertirme, igual que hizo siempre. Hasta cuando la muerte le pisaba los talones, había sacado fuerzas de flaqueza para avisarme: “nunca dejes que el arroz se enfríe…” 

Continué el resto de mi investigación yo sola. Volví a casa, y busqué en ella algún vestigio de mi padre, algo que cerrara al círculo y permitiera a mi madre regresar al mundo en aquel punto en que lo dejó, hace tantos años… En la cocina, en el lugar donde había oído su voz por última vez, había un papel doblado. Tenía un sello del Juzgado. Temblando, lo desplegué y lo leí: Evaristo Martínez Fernández había sido excarcelado después de cumplir su condena en prisión. 

Lo comprendí todo. Mi madre, después de tantos años, todavía tenía miedo. “Nunca dejes que el arroz se enfríe…” 

Volví al hospital, entré en la habitación y cogí su mano: 

– Mamá, a mí el arroz me gusta frío. Y a quienes te queremos, también… 

De pronto, el monótono bip bip del monitor cambió de ritmo… y un soplo de vida entró en la habitación. Por fin.


lunes, 23 de noviembre de 2015

Faro de Lekeitio

Nº de faro: 6
Nombre del faro: Lekeitio
Nº nacional: 00460
Nº internacional: D-1502
Situación
Latitud: 43º22,60`N
Longitud: 02º30,6`W
Característica luz: DV
Periodo: 1+<3>=4
Alcance: 17 mn.
Altura de la torre: 13 m.
Altura plano focal:46 m.

Como faro de recalada, en 1862 se inauguró el faro de Lekeitio, situado sobre un acantilado del cabo de Santa Catalina, en cuya altura se alza una capilla que le da nombre y le identifica. Tenía característica de luz fija roja, suministrada por un aparato óptico de 5º orden. La lámpara original era de aceite, sustituida posteriormente por una de petróleo.

En 1935 se enciende una instalación de acetileno, manteniendo linterna y óptica, cambiando la característica a la de destellos blancos cada 4 segundos y aumentándose el alcance a 12 millas. En 1956 se instala una sirena eléctrica, con 6 millas de alcance.
En 1957 se electrifica totalmente el faro, modificando también la óptica y la linterna y recreciendo la torre para obtener un mayor alcance.

Por su ubicación N, y por el monte que lo respalda, es húmedo y frío, alcanzándole los rociones de las olas con mal tiempo. Desde la puerta del edificio hay que subir 80 peldaños para salvar el desnivel que existe con una carretera que dista kilómetro y medio de Lekeitio.

Luz del faro                                               Localización



jueves, 19 de noviembre de 2015

Los futbolísimos

El misterio de los árbitros dormidos.

Autor: Roberto Santiago. Editorial SM



Hace algunos días comenté a alguien que ya que había terminado de leer el libro que tanto le ha gustado, sería muy interesante que me escribiera de su mismo puño y letra un pequeño resumen para poderlo publicar que el faro. La respuesta inmediata fue:

- Pero papi, ¿cómo te voy a escribir algo para el Faro de Luisu si me van a conocer y me da mucha vergüenza?.

Le respondí que eso no iba a suponer ningún inconveniente porque no es necesario firmar con nombre y apellidos reales. Nos podemos inventar uno.

- Vale. Respondió.

Al día siguiente, me entrega tres folios escritos a lápiz y me dice:

- Toma papi. Te regalo el resumen del libro.

No me enrollo más. Solo deciros que se llama "Grumete", que dentro de un mes y poquitos días cumplirá diez años , que estudia 5º de Primaria y que, por fin, parece que le está cogiendo gusto a esto de leer y escribir. 

Sólo me he limitado a transcribir lo que nos ha escrito Grumete. Espero que sea de vuestro agrado y seguro que se pondrá muy contento cuando lea todos vuestros comentarios.

Un abrazo

Luisu





LOS FUTBOLÍSIMOS

El misterio de los árbitros dormidos


Francisco García Casas es un niño que acababa de cumplir once años y le gusta mucho el fútbol. Está en un equipo de fútbol y su equipo se llama Soto Alto y juega con sus amigos de clase. Francisco va a tirar el penalti más importante de la Liga Intercentros, es decir, su liga. Francisco se dispone a tirar y…..Por otra parte está su hermano Víctor que es un plasta y un cotilla. Siempre se están peleando y se pegan.

Su equipo está formado por:

El número 1 es Camuñas, portero también conocido como el Orejas

El número 2 Angustias, lateral derecho. Siempre está suspirando y quejándose por todo.

El número 3, Marilyn, lateral izquierdo. Corre tan rápido que a veces te olvidas de que es chica.

El número 4, Tomeo, defensa central. Es la demostración científica de que para jugar en un equipo de fútbol no hay que saber jugar al fútbol. Basta con dar muchas patadas y empujar a los demás.

El número 5, Toni, medio centro. Es una mezcla entre Messi y Ronaldo aunque a lo mejor no es tan bueno pero a nosotros, desde luego, sí que nos lo parece.

El número 6, Helena, con hache, media punta. Helena tiene los ojos más grandes que he visto en mi vida.

El número 7, Pakete, delantero centro. En realidad se llama Francisco o Paco o incluso Paquito pero lleva una racha bastante mala. Pakete es Francisco. La madre de Francisco se llama Juana y es del Atlético de Madrid. Pakete está por Helena.

Llegó el partido contra el Axia y perdieron uno a cero porque Angustias no defendió bien. Pero antes de que les metieran gol pasó una cosa muy extraña y muy rara. Un árbitro se había dormido en el campo.

Llamaron al médico del partido para examinarle pero no se despertaba y tuvieron que llevarlo al hospital más cerca y llamaron al árbitro suplente pero le pillaron estudiando para un examen muy importante y se quejó.

Se me ha olvidado contaros que tiene dos entrenadores: Felipe y Alicia y son novios.

Empezó la segunda parte y nada más, a los tres minutos, le hicieron a Pakete un penalti pero el árbitro no lo pitó y los entrenadores salieron al campo y se quejaron y el árbitro les dio un aviso importante: que si no le hacían caso les sancionaba un partido sin decirles a los niños las indicaciones de cómo jugar. Se callaron en un segundo.

Acabó el partido y perdieron uno a cero, como siempre. Francisco tenía un examen de matemáticas y tenía que aprobar, sí o sí, porque su madre no le dejaba jugar el próximo partido si suspendía el examen. Cuando llegó la hora del examen Pakete no había casi estudiado y le preguntó al Tábano, es decir, su profesor que no entendía el ejercicio pero se quería copiar de Tomeo que estaba a su lado pero no se copió. Terminó el examen y se lo entregó.

En el entrenamiento Toni se acercó a Helena y estaba diciendo muchas cosas graciosas porque se estaban riendo. Cuando el Tábano le entregó el examen a Pakete, paquete aprobó y su madre le dejó jugar el próximo partido que era contra el Islantilla, un equipo que van los penúltimos de la Liga Intercentros y tiene posibilidades de bajar a segunda división igual que Soto Alto que van los últimos en la liga.
Manuscrito de Grumete

Este sábado jugamos el partido contra Islantilla y estoy bastante nervioso. Llegó la hora de jugar contra el equipo enemigo, el Islantilla. Después de que Felipe y Alicia nos dieron las indicaciones salimos al campo. El árbitro pitó el inicio de la primera parte y a los siete minutos tenía Francisco la pelota en el pie, se fue de todos los jugadores y tenía la portería sola pero, de repente, Toni le quitó la pelota a Pakete y metió gol. Fue un auténtico golazo. Le aplaudieron solo a él pero la jugada era de Pakete. Helena le felicitó sólo a él y Francisco se quedó triste. Pitó el final de primera parte y alguien extraño salió de la grada y entró en el vestuario del árbitro. 

Salieron del vestuario todos los jugadores y empezó la segunda parte. A los tres minutos el árbitro se había dormido. Llamaron al árbitro suplente y vino enseguida. Pitó y se siguió el juego. Pakete estaba solo y no le seguía nadie y el portero le agarró la pierna y le tiró. Era un penalti clarísimo pero no lo pitó. Felipe y Alicia salieron al campo y hablaron con el árbitro pero les sacó tarjeta roja y estaban sancionados en el partido más importante del mundo contra el Santo Ángel que iban los primeros en la liga. Teníamos que ganar obligatoriamente el partido. Pero cuando el Islantilla sacó de centro y el número nueve metió por toda la escuadra y empataron a uno. Al final, el árbitro pitó el final del partido y todos nos quedamos hablando de lo del árbitro dormido porque nos parecía una cosa muy, muy, muy importante.

El próximo sábado jugaban contra el Santo Ángel, el equipo que iba primero en la Liga Intercentros. La madre de Pakete no le dejó jugar el partido porque se colaron en la casa de Chanchón, el entrenador del Islantilla. Así que no jugó. 

Francisco estaba muy preocupado porque no jugaba el partido contra el Santo Ángel. Llegó el día en que nos jugábamos la liga y que nadie quería perder. Empezó el partido y todos estuvimos muy concentrados menos Pakete que se quedó en el banquillo. La primera parte fue muy divertida,

Cuando empezó la segunda parte, la entrenadora, es decir, la madre de Pakete, le dejó salir. Estábamos muy nerviosos y nada más empezar, el árbitro se quedó dormido. Todo el mundo que estaba en la grada bajó haber que pasaba y llamaron al árbitro suplente. Pitó y……le pegaron a Pakete una entrada en el área y fue un penalti clarísimo y Gordillo, el árbitro, pitó penalti. Por fin, habían pitado penalti. Francisco puso la pelota en el punto de penalti y el árbitro pito y Francisco tiró y metió gol. Todo el mundo salió al campo como unos locos. Gordillo estudiaba química e inventó unas pastillas que hacía dormir a cualquier persona. Le arrestaron. Al final Helena le envió un whatsapp a Francisco diciendo que quedaban a las doce en el campo donde ellos entrenaban. Y le dio un beso.


Fin. Aplaudir


Grumete







sábado, 14 de noviembre de 2015

Faro de La Plata

Foto: Luisu
Ficha técnica
Nº de faro: 002
Nº nacional: 00120
Nº Internacional: D-1456
Año de construcción: 1855
Construcción: Francisco Lafata
Situación:
Latitud: 43º 20.082' N
Longitud: 001º 56.031' W
Descripción: Edificio blanco y gris almenado
Altura del plano focal (m): 153
Altura del soporte (m): 13
Característica: L 3 oc 1=4
Alcance nominal (MN): 13





Historia

Las características naturales del puerto de Pasajes, situado en el corazón de su ría, al abrigo de galernas y temporales del Cantábrico, han hecho de él el más importante de la costa guipuzcoana. La entrada al puerto de Pasajes es muy complicada y no está exenta de riesgos para la navegación.

Para disminuir en lo posible esa dificultad, se baliza sobre el acantilado la entrada al puerto con una luz ocasional, que desapareció al construirse el faro en 1855.

Dotado de aparato de 4º orden, luz fija de color natural, elevado 148, 25 m. sobre el nivel del mar tenía un alcance de 14 millas.

Debido a la característica del Cabo de La Plata, se adoptó la solución de situarlo en la ladera, sobre un edificio almenado cuyos torreones le dan la apariencia  de un castillo, de forma que su pared posterior fuese la misma montaña, con el tejado a ras de la cumbre, disminuyendo la exposición del edificio al acantilado.

Tres plantas albergan las habitaciones de un único torrero, cuya panorámica domina parte de la entrada de la ría, en la que se ve el antiguo faro de Senocozulúa y las luces de enfilación. La torre está cimentada en la misma cumbre y se comunica con el edificio desde el tercer piso, por medio de un paso cubierto y almenado y unas escaleras asentadas en la montaña.


La lámpara original de aceite se sustituyó en 1899 por una de parafina y petróleo. El faro se electrifica en 1934. En 1943, la instalación de un destellador permitió darle la actual característica de ocultaciones aisladas cada 2 segundos, con un alcance de 13 millas.

          Luz del faro                                       Localización


martes, 10 de noviembre de 2015

Faro de Punta Galea

Nº de faro: 9
Nombre del faro: Punta Galea
Nº Nacional: 00615
Nº Internacional: D-1524
Situación:
Latitud 43º22,4`N
Longitud:03º02,10`W
Característica luz: GpD(3)B
Periodo: 0,2+<1>+0,2+<1>+0,2+<4>=8
Alcance: 19 Mn.
Altura de la torre: 8 m.
Altura del plano focal: 84 m.




Sobre la punta de la Galea, donde antiguamente se encendían hogueras para facilitar la entrada al puerto de Bilbao y se avistaba el paso de las ballenas, se proyectó en 1844 construir un fanal, que tuvo que esperar a un segundo proyecto, para construir un faro en las ruinas del antiguo Fuerte de la Galea. Tenía un aparato de 4º orden y una lámpara de aceite de oliva, sustituida años después por una de petróleo. En 1852 su luz fija blanca se encendía por primera vez alcanzando la distancia de 10 millas.

Las frecuentes nieblas, su situación alejada del extremo del cabo y el resplandor de los altos hornos, motivó la construcción de otro faro nuevo, de luz de destellos y más potente, en el extremo de la punta. En 1905 entró en servicio, aunque seguía afectado por las frecuentes nieblas de la ría.

Ese mismo año entró en funcionamiento una señal sonora que consistía en la explosión de un petardo cada 5 minutos. Este sistema fue un fracaso rotundo.

En 1927 entró en servicio una sirena de niebla cuya característica era la de grupos de tres sonidos cortos cada 45 segundos, semejante a la del propio faro. En 1933 quedó electrificado el faro.

Tras detectar movimientos y desprendimientos en el asentamiento del faro, en 1950 y 180 metros más atrás del anterior, se inaugura el tercer y actual faro.

Con linterna aeromarítima, la óptica da la apariencia de grupos de tres destellos blancos cada 8 segundos, con un alcance en tiempo medio de 19 millas. La sirena actual está junto al emplazamiento del segundo faro.

Dispone de una gran extensión de terreno y la carretera que costea el margen derecho de la ría de Bilbao lo une con Getxo, Algorta y las Arenas.

Luz del faro                                         Localización


lunes, 9 de noviembre de 2015

Faro de Punta de Teno

Foto: David Véguez
Nº de faro: 178
Nombre del faro: Punta de Teno
Nº nacional: 12920
Nº internacional: D-2832
Situación:
Latitud 28º 20,4`N
Longitud: 16º 55,3` W
Característica luz: GpD(1+2)B
Periodo: 0,3+<8>+0,3+<2>+0,3+<8>=20
Alcance: 18 Mn.
Altura de la torre: 20 m.
Altura plano focal: 18 m.

Emplazado en el acantilado de la punta de su nombre en el extremo oeste de la isla de Tenerife, el antiguo faro de la Punta de Teno, de 4º orden, se inauguró en 1897 con una lámpara de dos mechas de petróleo.

Una nueva instalación de acetileno con válvula solar entró en funcionamiento en 1935, lo que permitió una característica de grupos de 2 más 1 ocultaciones de luz blanca cada 15 segundos, y una alcance en tiempo nominal de 18 millas náuticas.

En 1975 se aprueba un proyecto de construcción de una nueva torre para adecuar su característica  y alcance, inaugurándose el nuevo faro en 1978, con una nueva instalación de acetileno con válvula solar y óptica catadióptrica giratoria.

Se electrificó en 1996 mediante la instalación de paneles fotovoltaicos, y posteriormente se le dotó de un sistema de telecontrol.

   Luz del faro                                               Localización

Faro de Cabo Higer



Foto: Luisu
Ficha técnica
Nº de faro: 001
Nº Internacional: D-1452
Nº Nacional: 00040
Año construcción: 1881
Constructor: Francisco Lafarta
Situación:
Latitud: 43º 23.519' N
Longitud: 001º 47.52' W
Descripción: Torre cuadrangular blanca, aristas de sillería y cúpula roja
Altura del plano focal (m): 65
Altura del soporte (m): 21
Característica luz: L 0 5 oc 1 5 L 0 5 oc7 5
Ritmo de la luz: GpD(2)
Periodo de la luz (s): 10
Alcance nominal (MN): 23


Antiguamente el gremio de mareantes de Hondarribia encendía una luz fija en la zona de emplazamiento del faro. En 1855 se iluminó el primer faro, de 5º orden, característica de luz fija blanca y un alcance en tiempo ordinario de 7 millas. Usaba una lámpara moderadora de aceite.
Linterna


En 1874 fue totalmente destruido por los carlistas en el asedio de Irún, destrozando con hachas del aparato, la linterna, las lámparas y varios muebles y obligando al torrero a abandonarlo.

En 1876 se estudia  un nuevo proyecto de faro, que entra en servicio en 1881. A 150 m. del emplazamiento anterior, se dotó de una óptica de 4º orden, cambiando su característica a la de grupos de dos destellos cada setenta segundos. Disponía de una lámpara de aceite que fue sustituida en 1905 por una de petróleo. Finalmente, el faro se electrificó en 1937.

Su peculiar arquitectura, apartada claramente del resto de los faros construidos, responde al propósito del ingeniero de que no se diferenciara en demasía de los faros de la vecina costa francesa.

El edificio es rectangular de 23,5x9 m de una sola planta y sótano de 1,8 m de altura y desván. La planta baja está dividida en dos partes por un pasillo central, en ambas partes se sitúan viviendas y en una de ellas se encuentra la sala de máquinas. A la linterna del faro se accede por unas escaleras de piedra en forma de caracol hasta una terraza, la torre es de sección cuadrada hasta este punto. A partir de aquí las escaleras pasan a ser metálicas y la torre cilíndrica.

Su aparato óptico, giratorio sobre rodillos o galés, fue el primero de este tipo que se instalaba en España. Este sistema estuvo en funcionamiento hasta que se sustituyó por un pedestal  giratorio electrónico que aprovecha la misma óptica. Tiene un alcance de 16 millas. En 1956 se cambió la linterna por una aeromarítima, pero no llegó a cambiarse la óptica por otra con paneles de haz aéreo, como estaba previsto.


   Luz del faro                                                              Mapa


sábado, 7 de noviembre de 2015

La carta esférica

Autor: Arturo Pérez-Reverte. Editorial Alfaguara. 2000


Coy, piloto de la Marina Mercante suspendido temporalmente por la Dirección General de la Marina Mercante por un desafortunado incidente a bordo del portacontenedores Isla Negra en el océano Índico. No había sido culpable ni negligente pero el barco “tocó fondo” y él estaba de guardia.

Tánger Soto, historiadora y directora del Museo Naval de Madrid. Mujer misteriosa, atractiva, culta, inteligente, ambiciosa, manipuladora y una gran arpía.

Nino Palermo, oscuro personaje y propietario de la Deadman’s Chest, empresa dedicada al salvamento marítimo y rescates de buques hundidos.

En la sala de subastas Claymore de Barcelona el gran protagonista de la novela: el Atlas Marítimo de las Costas de España de Urrutia Salcedo, una joya cartográfica del siglo XVIII.

Estos son los ingredientes que utiliza Pérez-Reverte en su coctelera. El resultado: una magnífica novela de aventuras marítimas llena de Historia, misterio, intriga y muy buena navegación.

Luisu

martes, 3 de noviembre de 2015

Faro de Igeldo

Nº de faro: 3
Nombre del faro: Igeldo
Nº Nacional: 00240
Nº Internacional: D-1483
Situación
Latitud: 43º 19,4' N
Longitud: 02º 00,6' W
Características luz: GpD(2+1)B
Periodo:0,4+<1>+0,4+<6>+0,4+<6>=15
Alcance:26 mn.
Altura de la torre:14m.
Altura plano focal:134 m.



En 1744 se proyectó el faro de Igeldo o la Farola, siendo una de las escasas existentes en España en su época.Cuatro años después se encendió el faro, una torre cuadrada, con remate octogonal, con una linterna que alojaba veinticuatro pábulos de reverbero, con un alcance de más de 10 leguas. Era de luz fija y se encendía desde septiembre a mayo.
Linterna del faro

Permanece apagado en la guerra de la Independencia y Wellington ordena su reparación y restauración. Durante la primera Guerra Carlista, se instalan en él los soldados de la Legión Británica que lo fortifican, dotándolo de cañones. Arruinado por los ataques, se traslada la luz al castillo de Santa Cruz o de la Mota, situado al otro extremo de la Concha, en el monte Urgull.

El faro actual se inauguró en 1855. Situado en la falda septentrional del monte Igeldo, a 134 m. de altura sobre el nivel del mar, para evitar nubes y nieblas. Estaba dotado de un aparato de 3º orden, que daba una característica de 2’ en 2’, producida por una lámpara de aceite que posteriormente utilizó parafina. En 1911 se cambia la característica a 2 y 1 destellos blancos, y en 1916 se aumenta el alcance con una nueva instalación de petróleo. En 1918 se electrifica debido a la escasez de petróleo por la Primera Guerra Mundial.

En 1929 se renueva la instalación con una nueva apariencia de destellos y alcance de 26 millas. El antiguo aparato se cedió al museo Oceanográfico con sede en el Palacio del Mar.

Está situado a 2 km. de la ciudad de Donosti, al borde de la carretera que accede al monte. Dominando el paisaje desde la cima, las ruinas de la vieja farola reconstruida se han convertido en un mirador.


Luz del faro                                       Localización

Faro de Getaria


Nº de faro: 4
Nombre del faro: Getaria
Nº Nacional: 00335
Nº Internacional: D-1489
Situación
Latitud: 43º 18,6' N
Longitud: 02º 12,1' W
Características luz: GpD(4)B
Periodo:(0,4+<2>)*3+0,4+<7>=15
Alcance:21 mn.
Altura de la torre:21 m.
Altura plano focal:93 m.

La necesidad de un faro en el puerto de Getaria se debe a la presencia de la isla de San Antón, que desde mar adentro se confunde con las montañas del fondo. El farol original, destruido durante la Guerra de la Independencia en 1813, se estableció en la torre de la ermita de San Antón, en el promontorio más saliente de la isla.

En 1847 se aprueba la reconstrucción, y el último día del año, se enciende la luz fija roja producida por un aparato óptico de 5º orden.

Durante la Segunda Guerra Carlista el monte es objeto de bombardeos desde El Gárate. El objetivo es eliminar la luz de orientación a las embarcaciones que arriban a la plaza sitiada. El torrero sigue en su puesto, ocultando los paneles de la linterna que dan cara al enemigo, colocando la lámpara y el aparato óptico durante el día a mejor resguardo. Durante la contienda el faro no dejó de alumbrar ni una sola noche. 

Mientras se repara el edificio y para no interrumpir el alumbrado, se construye junto al solar de la ermita un torreón de 1,7 m. de alto que alojaría provisionalmente el aparato. 

Después de haber utilizado una lámpara de aceite y una Maris de una mecha con parafina y petróleo, se electrificó en 1938, cambiando su apariencia definitiva de grupos de 3 ocultaciones y 12 millas de alcance en 1946.

Actualmente, la instalación está automatizada, y sus cuatro destellos blancos cada 15' son visibles a más de 21 millas. Para obtener el alcance necesario se recreció la torre 2,80 m. más, dotándola de una nueva linterna.

Una carretera de 651 m., hoy cerrada al tráfico excepto para los del servicio, conduce desde el puerto al faro, al que se accede por una escalera de 67 peldaños que salva los 18 m. de desnivel. Símbolo de la villa, el monte de San Antón con sus acantilados es zona protegida, paseo cotidiano para su habitantes y excursión obligada para los forasteros.

Luz del faro                                                Localización